MASAJES, ACERCAMIENTO A UNA PROFESION

El masaje es una de las técnicas más antiguas que el ser humano ha utilizado para curar. Un masaje puede producir efectos sobre el sistema nervioso, muscular, óseo; sobre la circulación linfática y la sanguínea. Puede también estimular el flujo energético y restablecer el equilibrio en el organismo, aliviar dolencias, recolocar huesos, recuperar flexibilidad en las articulaciones o "simplemente" relajarnos.

Pero.. ¿Cómo reconocer a un buen masajista, cómo sabemos que estamos en "buenas manos", qué podemos pedir cuando vamos a una sesión de masaje?.
Un buen profesional del masaje debe tener en su haber la formación y el diploma de una escuela acreditada. Es importante que la formación sea multidisciplinar. Debe procurar tener una práctica y formación continuada y no dejar nunca de formarse estando al día en nuevas avances y técnicas, a través de cursos, congresos y prácticas. Debe tener un excelente conocimiento de anatomía, fisiología y conocer las indicaciones y contraindicaciones de cada masaje. En el apartado menos "técnico" debe saber escuchar y observar antes de empezar a trabajar. Ser dueño de un "saber estar" ante su cliente, con discreción y procurando una buena armonía. Mantener unas buenas reglas de higiene tanto personal como del instrumental y la consulta. Tener una actitud abierta, saber percibir al paciente, interpretarle, saber que es lo que quiere y que le conviene. Dar de esta manera un masaje personalizado. Por supuesto, unas buenas manos. Tratar de ahorrar al paciente: tiempo, dinero y sobre todo dolor.
En este punto del dolor, la mayoría de los profesionales opinan que hoy en día un masaje no debe rebasar nunca el "umbral del dolor”, que en cada paciente pueda ser distinto. Aquí es donde se pueden reconocer unas "buenas manos". Si bien hay masajes que por su naturaleza correctora pueden causar alguna molestia como el deportivo, o el ciryax. Un buen masajista observará la regla del no dolor.
Otra opinión es que generalmente, los beneficios del masaje son inmediatos, así que no nos resultará difícil evaluar la calidad y efectividad de nuestro terapeuta. Lo que hay que pedirle es que satisfaga nuestras expectativas. Sin duda de forma subjetiva un buen masajista será para cada uno el que solucione o alivie su problema.

Si en algo se diferencian básicamente las técnicas occidentales y las orientales es en el punto de partida. En occidente se parte del organismo, el enfoque se dirige más a la estructura, la anatomía, los músculos, las articulaciones. En oriente se mira la energía, el yin y el yang, el exceso o la falta, el equilibrio de esta. Son orientales el Shiatsu, el Tui-na, el Sotai, el masaje Thailandés, etc... Pero una de las técnicas orientales más difundidas es el Shiatsu. Trabaja desde un punto de vista integral, es decir no trabaja solo el síntoma. La atención está en el flujo de la energía a través de los meridianos que recorren el cuerpo. Se trabajan puntos claves (tsubos) que están relacionados con el sistema nervioso y con el reflejo viscerocutáneo. Trabaja con la estructura energética y su objetivo principal es movilizar la energía, trabaja desde la necesidad o el exceso de energía para buscar el equilibrio. No fricciona, no moviliza, ni amasa, tampoco se necesitan ni cremas ni aceites. Trabaja a la persona de forma integral. Un Shiatsu se puede dar con la ropa puesta. Además para quien lo da, a diferencia de otras técnicas no es un trabajo desgastador si no que recarga su energía.

Aunque algunas técnicas se engloban dentro de las terapias manuales no pueden considerarse masajes. Como por ejemplo: La Quiropraxia.
La Quiropráctica se ocupa del diagnóstico, tratamiento y prevención de las alteraciones del sistema músculo- esquelético, y de los efectos que producen estos desórdenes en la función del sistema nervioso y en la salud en general.

Una Historia sobre Shiatsu:
En Oriente es muy conocida la historia de una joven que visitó la consulta de un fitoterapeuta (experto en tratamientos con plantas medicinales) para pedirle una pócima venenosa con la que acabar con la vida de su suegra, pues ésta se portaba mal con ella y la trataba de forma injusta y cruel.
El fitoterapeuta le dio un líquido para se la aplicase a su suegra mientras le aplicaba Shiatsu. Según el fitoterapeuta debería aplicar la poción durante tres meses y siempre acompañada de Shiatsu para que surtiera mejor efecto el veneno, penetrando poco a poco en el cuerpo de su suegra. Además, si lo hacía así era más fácil que se pensara que el fallecimiento era por causa natural y nadie la culparía.
La joven siguió al pie de la letra la receta del terapeuta y cada noche le aplicaba a su suegra Shiatsu sin olvidarse de hacerlo con la pócima; pero transcurridos dos meses y medio del inicio del tratamiento, empezó a arrepentirse de la decisión que había tomado. No quería ya que su suegra muriese, con la aplicación diaria de Shiatsu comenzó a entenderla mejor, a conocer sus reacciones, a hablar con ella y comprender su forma de ser. Y la suegra empezó a darle muestras de cariño y afecto, sentimiento que posiblemente había provocado el Shiatsu que recibía diariamente. Un día tomó la decisión de volver al fitoterapeuta y pedirle que le diera un antídoto para la pócima que meses atrás le había elaborado.
Entonces el sabio fitoterapeuta le dijo que la pócima que él preparó no era, en absoluto, venenosa, sino simple agua destilada de una flor cuya única acción era la de perfumar el cuerpo.

 

 

 

 

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